jueves, 5 de agosto de 2010

Recuerdo de las casa de los brujos




Una pregunta de Xochitl en el face, me motivó a subir una foto de mi antigua casa. Luego la ligué a un texto que hice el día que salí de ahí. Y ahora traigo un mini relato que hice mucho antes de salirme de ahí. Donde mezclaba sucesos extraordinarios que fueron reales con ficticios. Ha sido modificado con el tiempo. Pero lo dejo aquí como parte de los recuerdos de esa época.




Nunca tuvo título, pero bien podría llamarse Las velas o Las velas negras:
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Sin Título


Todavía recuerdo cuando trajiste las velas negras a casa. Fue un lluvioso día de Noviembre, una ocasión muy adecuada para los eventos que se habrían de desarrollar, porque el cielo estaba muy gris esas semanas, el aire era fresco y la llovizna era intermitente. A causa del ambiente la casa estaba muy oscura durante el día; aun si encendía la luz me quedaba la sensación de oscuridad.


Las noches comenzaron a ser de constante delirio porque, después de recostarme en la cama o en el sillón de la sala, no sabía si estaba soñando o lo que sentía y veía era real.
Recuerdo un día que sentí unas manos heladas alrededor de mi cuello, intentando ahorcarme con sus dedos alargados mientras yo intentaba dormir. Al abrir los ojos las manos se fueron, acompañados con un susurro que parecía decir: Duerme.



Una vez, vi esa figura flacucha de rostro femenino, que me observaba de pie entre las sombras. Vigilante de mi sueño, sonreía, con un perro negro a su lado que no hacía más que mirarme. Tal vez no esperaba que yo abriera los ojos, porque cuando lo hice, su esbelta silueta y la de su perro se desparramaron como una sábana y se volvieron uno con la negrura de la noche.


Mientras estaba abajo, oía los pasos en la planta de arriba y los portazos inesperados.
Sentía las miradas en cada rincón. Nunca pararon los susurros ni las miradas. Ni las noches con pesadillas. Tampoco la oscuridad, la humedad, ni el frío.


Jamás en mi vida supe de que se trataba todo eso, aunque ahora lo comprendo. No se porqué trajiste las velas negras a casa, ni porqué hiciste ese ritual con ellas, probablemente pensaste que era como un juego. No tiene ni caso reclamar, y menos porque yo dejé entrar lo que tu invocaste: esa tarde mientras jugaba en el sillón, escuché que tocaron la puerta, miré por la ventana y no había nadie. Volvieron a tocar y, pensando que era el hijo molestoso del vecino, abrí, pero igual que antes, no había nadie. Se me heló un poco la sangre, ya sabes lo que significa eso. Prácticamente le dije: Bienvenida.


Ha pasado el tiempo y la casa está sola. Yo he muerto desde hace algunos años y de mi cuerpo solo queda el esqueleto. Soy parte de las sombras de la casa al igual que tú. Por mi parte espero que finalmente llegue un nuevo huésped. Necesito descansar, necesito alguien a quien pedirle en sueños que me libere, que ore por mi…Tienes razón, ella nunca me lo permitirá…

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