viernes, 13 de agosto de 2010

La casita de mi infancia



Hace unas semanas hablé sobre mí cuando era niño, en un escrito,  saliendo de una pequeña casita y corriendo hasta el lugar donde mi papá se encontraba dibujando. El único recuerdo que existe de ese lugar es esta fotografía.

Era una casa a dos piezas: un cuarto que servía de habitación para la familia  y otro que era la cocina. Ambos eran de adobe. El terreno era grande y servía para nuestros juegos infantiles. Ahí aprendí a dibujar, en el pedazo de patio detrás de la noria donde estoy sentado, usando la tierra como lienzo. Justo a un lado estaba un guayabo que servía de guarida contra el sol.

Una vez que crecí, supe lo duro que realmente fue, para mis papás, ese período. Aunque para mí y mi hermano Eugenio (Jonathan nació ahí, pero nos cambiamos a otra casa) fue un tiempo de puro disfrute. La cocina era la más calientita y cómoda donde haya comido alguna vez. El porchecito que se alcanza a distinguir en la foto, era donde podíamos ver la lluvia al caer y principalmente el cielo de la noche, lleno de estrellas, como se suele ver en los ranchos. El cuarto donde dormíamos era fresco en el día y tibio en la noche. Ahí, solíamos tomar una siesta a mediodía, cuando el calor era muy alto y no se podía salir  a la calle (además, en la tele sólo se veía el canal 2, que en ese tiempo tenía ese número como logo y a Codazos programado a esa hora; el 6, que es el 5 nacional y a esa hora estaba fuera del aire; y el 10, que es el canal de las estrellas) Tanto ese cuarto, como la cocina, tenían unas ventanas muy chicas hechas de metal, que me recordaban a las prisiones de los westerns.

De lo mejor que recuerdo de esos tiempos era cuando se iba la electricidad. Mi mamá ponía unas velas en la cocina y cenábamos así. Luego, nos sentábamos en el patio mientras corría el aire fresco, la gente salía de sus casas y todos platicaban en la calle. El encanto se rompía cuando volvía la corriente y pues, otras vez, todos pa’ adentro.

El origen de esta foto se remonta a una tarde de otoño de hace 24 años, tal vez. Antes había de esos señores que tomaban fotos de casa en casa, tal como si fueran vendedores de libros o de dulces. Mi mamá le habló y me puso mis botas viejas, mi camisa de franela y recuerdo que hasta me echó agua en la cabeza y me peinó. El señor debió preguntar: ¿Dónde le tomo la foto, oiga? Y mi mamá me puso ahí arriba. La postura tampoco es muy natural, supongo que también fue idea de ella. La sonrisa sí era  natural, lo mismo que las patillas largas.

Buenos recuerdos de muy buenos tiempos.

Saludos


sábado, 7 de agosto de 2010

ARREGLANDO EL MUNDO CON DON MEMO



Estoy haciendo un anecdotario, me tardaré años en terminarlo, quiero dejarlo para las futuras generaciones de mi familia, para que, a diferencia de nosotros, sepan quiénes fueron sus ancestros y qué pensaban y hacían. Aquí dejo una anécdota de las que he hecho, sucedió por ahí de la primavera del año 2003:

Sonó la puerta, alguien estaba tocando…

Yo vivía en una casa de asistencia en la calle Tenochtitlan, en Mitras Centro. La puerta de mi cuarto era una puerta corrediza de vidrio, forrada con papel de cumpleaños, digamos. Mi cuarto era la parte de en medio de una habitación dividida en tres, por paredes ligeras de aglomerado. Además, no tenia ventanas ni ventilador, pero sí había una cama, un colchón extra a un lado y una tele gigante que no funcionaba, pero me servía de mesa. Mi habitación estaba frente a lo que llamábamos sala. Era cuestión de abrir la puerta del frente y dar tres pasos y ahí estaba mi cuarto.

…Sonaba la puerta, Don Memo estaba tocando. Lo supe porque a esa hora, la 1:00 a.m., de todos los inquilinos de la casa de asistencia, sólo él era capaz de buscarme.

Me levanté para abrir la puerta y salí en calzoncillos (No había temor de que una mujer se asustara, porque era una casa exclusiva para hombres) Y Don Memo, ya entrado en copas me dijo:

-¿Como ves, Abraha





jueves, 5 de agosto de 2010

Recuerdo de las casa de los brujos




Una pregunta de Xochitl en el face, me motivó a subir una foto de mi antigua casa. Luego la ligué a un texto que hice el día que salí de ahí. Y ahora traigo un mini relato que hice mucho antes de salirme de ahí. Donde mezclaba sucesos extraordinarios que fueron reales con ficticios. Ha sido modificado con el tiempo. Pero lo dejo aquí como parte de los recuerdos de esa época.




Nunca tuvo título, pero bien podría llamarse Las velas o Las velas negras:
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Sin Título


Todavía recuerdo cuando trajiste las velas negras a casa. Fue un lluvioso día de Noviembre, una ocasión muy adecuada para los eventos que se habrían de desarrollar, porque el cielo estaba muy gris esas semanas, el aire era fresco y la llovizna era intermitente. A causa del ambiente la casa estaba muy oscura durante el día; aun si encendía la luz me quedaba la sensación de oscuridad.


Las noches comenzaron a ser de constante delirio porque, después de recostarme en la cama o en el sillón de la sala, no sabía si estaba soñando o lo que sentía y veía era real.
Recuerdo un día que sentí unas manos heladas alrededor de mi cuello, intentando ahorcarme con sus dedos alargados mientras yo intentaba dormir. Al abrir los ojos las manos se fueron, acompañados con un susurro que parecía decir: Duerme.

lunes, 2 de agosto de 2010

Dragon Negro y Familia Salas en Animex 2010




Gracias al buen Jesús Aburto supe de este cómic regiomontano: Dragón Negro, debido a que él es una de las mentes (y manos) detrás de Graphikslava Studio(enlace aquí), quiénes se encargaron de realizar el segundo número, con resultados, ciertamente, fabulosos.

Aprovechando que volví a una convención de comics y juegos de mesa (bueno, la “cajetié” era de anime, pero me di cuenta apenas ahí) aunque ésta vez fui con Tere y Sofi, llevé mi ejemplar de Dragón Negro #2 al stand de Huma Comics, donde me lo autografiaron dos de los artistas: Renato Guerra y Andrés Esparza. Tuve oportunidad de hablar un par de minutos con el señor Esparza y con el director de Seres, película a estrenarse en septiembre 2010.

Fue una tarde llena de Fallas, a continuación el conteo:

Falla #1: Le dije a Tere que fuéramos, porque se me antojó ir de nuevo, luego de 10 u 11 años, a ver que había de nuevo en el mundo del cómic en Monterrey, pero era de Anime en su mayoría, género que no disfrutamos demasiado y del que desconocemos mucho. Nota: sí, llegamos y decía Animex, jaja, pero pensé: a huevo debe haber más cosas. Doble Falla.

Falla #2: Íbamos a buscar a mi hermano Jonathan, Sofi estaba emocionada porque iba a ver a su tío “Noni”, y nunca lo encontramos, lo que provocó que Sofi llorara desconsolada como 20 segundos y gritando: Noni! Noni! Se alivianó con un traguito de jugo y con su nuevo libro para colorear. Pensé que se habría ido Jony, pero supe que sí estaba, en la mesa de Dungeons and Dragons, pero un sujeto voluminoso me tapó la vista.

Falla #3: fui al stand de Huma, para las firmas, y se me olvidó pedirle la suya al vato de Seres, que también tiene mucho que ver en Dragón Negro. Los stands estaban seguidos.

Falla #4: Íbamos los 3 con nuestra camiseta de Metallica. A veces lo hacemos así solo por diversión, no se, presumir que somos una bonita familia, una bonita familia, una bonita familia, como diría Pompín Iglesias. Pero, en reiteradas ocasiones fuimos señalados por los curiosos…pensarían que íbamos de alguna manera disfrazados o no se, jeje.

Fallé más que el Guille Franco ese día, pero en mi defensa, tengo que decir que no es mi culpa, debe ser algo relacionado con las convenciones. Tengo recuerdos de Fallas Monumentales.

¡Ah! Pero no todo fueron Fallas. Luego